Colombia no necesita mesías en la política: necesita menos Estado y más libertad
Colombia celebró con bombos y platillos la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño.

El primer presidente de izquierda, decían. El hombre que por fin se enfrentaría a los poderosos, a los clanes, a los mafiosos del Congreso. Y sí, peleó con ellos… pero también se rodeó de los mismos impresentables de siempre: Roy Barreras, Armando Benedetti y otros de esa fauna política que se cuela en todo proyecto con tal de asegurarse un buen puesto en la mesa del poder.
Lo más triste es que incluso una mujer caucana, Francia Márquez, líder ambiental reconocida en el mundo y galardonada con el Premio Goldman, fue usada como adorno de campaña. Hoy, esa voz que encarnaba esperanza quedó relegada. Petro prometió un cambio, pero terminó repitiendo el libreto de siempre: creer que “el fin justifica los medios”.
El gran engaño: el Estado salvador
Nos vendieron la idea de que el Estado sería el gran salvador, omnipresente, omnipotente, omnisciente. Pero la historia de Colombia y del mundo ya nos lo ha demostrado: ese modelo es un fracaso rotundo.
- Más Estado, más corrupción. Cuando el botín es gigantesco, los buitres se multiplican.
- Más burocracia, menos vida. Lo que debería resolver problemas se convierte en un laberinto de trámites que aplasta al ciudadano.
- Más promesas, menos dignidad. Un pueblo que espera todo del gobierno termina condenado a la dependencia y la frustración.
¿Resultado? Un país rico con gente pobre. Una nación llena de talento atada a la miseria por culpa de un Estado obeso que todo lo traga y nada produce.
Petro vs. Uribe: la pelea inútil
La mayoría de colombianos sigue atrapada en el circo de pelear por Petro o por Uribe, como si fueran equipos de fútbol. Y mientras tanto, ¿quién pelea por las causas justas? ¿Por la libertad para emprender sin pedirle permiso a un burócrata? ¿Por el derecho a que el fruto del trabajo no se lo robe un político de turno?
Aquí en el Cauca ya vivimos nuestro propio sainete: un mesías que dijo que la “oligarquía caucana” era el problema, el arquitecto de la división en el Cauca. El resultado fue peor que la enfermedad. Una prueba más de que los caudillos solo cambian de nombre, pero nunca de método.
La verdad que nadie quiere decir
La corrupción no tiene ideología. Derecha, izquierda o centro: donde hay un Estado enorme, siempre aparecen manos porosas. El remedio no es más Estado ni otro mesías, sino menos poder concentrado y más libertad individual.
La dignidad se construye con ciudadanos responsables, no con políticos salvadores. Y la prosperidad nace del esfuerzo personal, no de la chequera estatal que siempre termina en los bolsillos equivocados.
Menos mesías, más libertad
Colombia no necesita un caudillo, necesita ciudadanos libres. No necesita un Estado gordo y lento, sino reglas claras y un gobierno limitado que no se robe el fruto del trabajo de su gente.
Mientras sigamos esperando al mesías de turno, seguiremos condenados a la miseria. Pero el día que entendamos que el poder está en cada colombiano, y no en el político que promete salvarnos, ese día empezaremos a construir el país que merecemos.