El cinismo en el Concejo de Popayán no tiene límites

Once concejales votaron por un privatizador y ahora hablan de independencia

El cinismo en el Concejo de Popayán no tiene límites

En Popayán todo parece posible, incluso lo absurdo. Once concejales que el pasado miércoles 1 de octubre votaron por el privatizador Daniel Muñoz como presidente del Concejo para el año 2026, hoy se alzaron en discursos de independencia y dignidad institucional. Si no fuera tan grave, daría risa.

Una independencia de papel

La escena fue casi teatral. En la sesión del martes 7 de octubre, los mismos concejales que el 1 de octubre sellaron una alianza para perpetuar la vieja política, reclamaban a viva voz “independencia del Concejo”.

Se necesitaría una dosis alta de ingenuidad, o de descaro, para creer semejante cuento.
Porque no hay independencia posible cuando se vota por quien ha sido símbolo de la privatización de lo público, ni cuando se hace causa común con concejales que han defendido negocios privados sobre los intereses de la ciudad.

Los once del cinismo

Como ya se sabe, de los 19 concejales del cabildo, 11 votaron por Daniel Muñoz, reconocido privatizador que, junto al entonces alcalde Juan Carlos López Castrillón, entregó el servicio de alumbrado público a manos privadas mediante la creación de Ciudad Moderna.
En contraste, ocho concejales mantuvieron la coherencia votando por Luis Inchima, quien al menos representa una nueva generación política con visión de cambio.

Hoy, varios de esos once concejales fingen sorpresa ante las críticas y, en un acto de autoengaño colectivo, se aplauden y se victimizan entre sí, reclamando una independencia que solo existe en sus discursos.
Una independencia de micrófono, no de convicciones.

Los privatizadores disfrazados de patriotas

El concejal José Alexander Campo, privatizador de vieja data, es el mejor ejemplo del cinismo político que hoy domina la corporación.
Durante años defendió la entrega de lo público a manos privadas: la recolección de basuras, el alumbrado, los trámites de tránsito.
Ahora, con tono moralista, exige respeto e independencia.
¿Respeto a qué? ¿A los negocios que ayudó a consolidar?

Y lo más triste es que nuevos concejales, recién llegados al cabildo, se sumaron a esta alianza sin entender que en política no todo vale, y que la independencia no se compra ni se negocia.
Muchos de ellos llegaron hablando de transformación, cambio y dignidad, pero en apenas unos meses ya fueron absorbidos por el mismo sistema que juraron combatir.

Mientras tanto, ciudades como Medellín demuestran lo que significa proteger lo público.
Solo en 2024, la utilidad neta del Grupo EPM (Empresas Públicas de Medellín) fue de aproximadamente 4,82 billones de pesos, de los cuales 2,65 billones fueron transferidos al Distrito como aporte directo a los programas sociales y de desarrollo.

Obviamente, guardando las proporciones con Popayán, la pregunta que todo ciudadano payanés debería hacerse es:
¿Cuánto dinero se va de Popayán cada año por causa de la privatización de sus servicios públicos?

Es momento de recordar que esa privatización, iniciada hace más de dos décadas, le arrebató a Popayán la posibilidad de reinvertir sus propias utilidades en obras, infraestructura y bienestar ciudadano.
Mientras Medellín fortalece su patrimonio con empresas públicas eficientes, Popayán continúa pagando tarifas elevadas a operadores privados que se enriquecen con lo que debería ser patrimonio colectivo.

Todo esto ha ocurrido con la complacencia, y en muchos casos, con el respaldo directo, de miembros del Concejo Municipal, quienes, dependiendo del mandatario de turno, han estampado su sello privatizador sobre los servicios esenciales de la ciudad.
Así, bajo distintos gobiernos, se ha perpetuado un modelo que beneficia a unos pocos y empobrece a toda una comunidad, negándole a Popayán la posibilidad de construir su propio futuro desde lo público.

Popayán no olvida

Desde la época del exalcalde Ramiro Navia, Popayán ha vivido una entrega sistemática de sus servicios públicos a manos privadas.
Cada administración fue cediendo un pedazo más del patrimonio ciudadano, y cada Concejo fue cómplice, votando en silencio o con entusiasmo las decisiones que hoy mantienen a la ciudad atada a contratos leoninos.

Mientras en Cali y Medellín los concejos levantan la voz para defender sus empresas públicas, en Popayán los concejales se ufanan de “independientes” después de votar por los mismos de siempre.
Eso no es independencia: es cinismo con fuero y micrófono.

La gran desilusión

Lo más doloroso no proviene de los políticos de vieja guardia, de ellos ya se sabe qué esperar, sino de los supuestos nuevos liderazgos, aquellos que prometieron renovación y resultaron repitiendo los mismos vicios.
El concejal Luis Enrique Inchima, pese a perder la presidencia, se salvó de cargar con esa vergüenza colectiva.
Pero su bancada del Pacto Histórico sí traicionó su propio discurso al unirse con los privatizadores.

En lugar de construir un Concejo digno, prefirieron unirse al club del acomodo político.

Reconocimiento a los concejales que eligieron la dignidad sobre el cálculo político
De los 19 concejales de Popayán, 8 votaron por Luis Inchima, símbolo de la renovación, mientras 11 respaldaron a Daniel Muñoz, representante de la vieja politiquería.

Popayán necesita menos discursos y más coherencia.
La independencia no se declama entre aplausos; se demuestra cuando se enfrenta al poder, aunque cueste.
Hoy, once concejales se creen sus propias mentiras, pero el pueblo no es tonto: sabe quiénes defienden lo público y quiénes lo venden envuelto en retórica.

Y si algo ha quedado claro, es que en Popayán, el cinismo se sienta en curul, cobra sueldo y se aplaude a sí mismo.

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