El espacio público no se negocia: Popayán merece orden, dignidad y respeto

La creciente invasión del centro histórico por vendedores ambulantes no es solo un problema estético o turístico, es una crisis de gobernabilidad.

El espacio público no se negocia: Popayán merece orden, dignidad y respeto

Urge recuperar el espacio público con soluciones humanas, firmes y sostenibles.


El centro histórico de Popayán, declarado Monumento Nacional, ha sido tomado por el desorden y la informalidad. Calles que deberían estar al servicio de los ciudadanos, el turismo y la movilidad peatonal, hoy lucen como una galería a cielo abierto sin control, con ventas ambulantes que se expanden sin límites. La situación se agrava cuando se conoce que, detrás de algunos puestos informales, hay redes de personas que se lucran del espacio público explotando la necesidad ajena.

Contexto: cuando chocan dos derechos fundamentales
El derecho al trabajo es sagrado, pero no puede ejercerse a costa del derecho colectivo al espacio público. Esa es la tensión que Popayán lleva años sin resolver. Lo que empezó como una alternativa de subsistencia para familias vulnerables, hoy se ha desbordado en un fenómeno complejo que afecta la imagen, el tránsito y la seguridad del centro histórico. Además, alimenta redes informales que convierten a los más necesitados en instrumentos de lucro.

¿Qué pasó con El Empedrado?
En su momento, la administración municipal, con recursos públicos, es decir , que todos los que habitamos en Popayán se construyó el centro comercial El Empedrado, una solución para dignificar el trabajo informal reubicando allí a decenas de vendedores. Pero el esfuerzo se desdibujó por la falta de continuidad en los gobiernos locales y la ausencia de autoridad para impedir que se volviera a ocupar el espacio recuperado. Hoy, no solo hay focos de invasión en el centro, sino también en sectores como La Esmeralda, que viven el mismo deterioro.

Una ciudad sin control, una ciudad sin futuro
Cuando se pierde el control del espacio público, también se pierde la autoridad del Estado local. La permisividad abre la puerta a mafias del rebusque, a estructuras ilegales que se camuflan entre la necesidad real. Y al final, todos perdemos: comerciantes formales, peatones, turistas, residentes y hasta los propios vendedores informales que operan sin garantías ni protección.

¿Qué hacer? La solución no es la represión, es la planeación con carácter
Recuperar el espacio público no significa atropellar a nadie, pero sí implica decisiones firmes y sostenidas. Se requiere:

  • Un censo actualizado de vendedores informales.
  • Programas reales de reubicación en espacios adecuados como El Empedrado, mejorando sus condiciones.
  • Rutas de formalización y capacitación laboral.
  • Controles permanentes, sin retrocesos administrativos.
  • Campañas de cultura ciudadana para que todos entendamos que el espacio público es un bien común, no una propiedad privada.

Popayán se defiende en sus calles
El centro histórico no puede seguir deteriorándose. Es uno de los últimos patrimonios vivos que nos queda para mostrarle al mundo, atraer turismo, y sentirnos orgullosos de nuestra identidad. Defender el espacio público es defender la ciudad. Se puede hacer sin atropellos, pero no sin autoridad. Es momento de pactos sociales, pero con reglas claras. Popayán no puede seguir siendo rehén de la informalidad sin control.

¿Por qué importa esto?

  • Porque el espacio público es un derecho colectivo que no puede cederse sin consecuencias.
  • Porque el patrimonio histórico y cultural de Popayán está en juego.
  • Porque las soluciones existen, pero requieren voluntad política y ciudadana.
  • Porque permitir mafias disfrazadas de vendedores informales es permitir explotación y desigualdad.