El progresismo de Petro, el libertarismo de Milei y la realidad económica de Colombia: una reflexión necesaria
En el panorama político latinoamericano, dos modelos diametralmente opuestos han captado la atención de la región:
El progresismo de Gustavo Petro en Colombia y el libertarismo radical de Javier Milei en Argentina. Ambos proponen visiones de país que prometen, en teoría, el bienestar de sus ciudadanos, pero cuya implementación enfrenta desafíos que van más allá de las consignas ideológicas. La caída de la reforma tributaria de Petro y la crisis de ejecución del presupuesto nacional ilustran, de manera contundente, los riesgos de una gestión pública que falla en su capacidad administrativa, mientras que en Argentina, Milei plantea un modelo que, aunque teóricamente sólido, carece de consenso social para su aplicación efectiva.
Progresismo sin ejecución: las promesas incumplidas del gobierno Petro
El progresismo de Gustavo Petro se ha presentado como una respuesta a la inequidad histórica de Colombia, con un enfoque en la redistribución de la riqueza, el fortalecimiento de programas sociales y el combate al cambio climático. Sin embargo, estas promesas chocan con una realidad ineludible: la incapacidad del gobierno para ejecutar eficazmente los recursos existentes. Además, de los sonados casos de presunta corrupción por parte de miembros de su equipo de gobierno.
En 2024, la ejecución presupuestal alcanzó apenas el 80,8% del monto aprobado, dejando $92 billones sin utilizar. Este subejercicio no solo refleja una gestión ineficiente, sino que también deslegitima las constantes demandas de más recursos a través de reformas tributarias. ¿Cómo puede un gobierno progresista justificar la necesidad de recaudar $12 billones adicionales mientras tiene un porcentaje tan significativo del presupuesto sin ejecutar?
El hundimiento de la reforma tributaria en el Congreso, que buscaba tapar un hueco fiscal de $9,8 billones, no solo deja en jaque el Presupuesto General de la Nación de 2025, sino que también pone en evidencia una desconexión entre el discurso de transformación social y la realidad administrativa. Si no se puede gastar lo asignado, ¿cómo puede el país confiar en que se administrarán eficientemente los nuevos ingresos?
Libertarismo extremo: el desafío de Milei en Argentina
Por otro lado, en Argentina, Javier Milei propone una solución radical a los problemas económicos del país a través de un libertarismo que apuesta por la eliminación del Estado en casi todas sus funciones, la dolarización de la economía y el libre mercado absoluto. Aunque Milei promete liberar al pueblo argentino de las garras del “estatismo” y la corrupción, su modelo enfrenta un reto fundamental: la viabilidad social y económica en un país con alta pobreza y dependencia del gasto público.
El libertarismo de Milei ofrece un contraste interesante con el progresismo de Petro. Mientras el primero busca desmantelar al Estado como solución a la crisis, el segundo lo posiciona como el motor de la transformación. Sin embargo, ambos modelos comparten un defecto común: su incapacidad para conectar la teoría con la práctica. En Colombia, la ejecución es baja; en Argentina, la implementación de un modelo libertario enfrentará una resistencia significativa por parte de una población que depende de los subsidios y servicios estatales.
Una reflexión necesaria: entre el discurso y la realidad
La caída de la reforma tributaria de Petro pone en jaque no solo a su administración, sino también a la credibilidad del progresismo como modelo de cambio. Mientras que su discurso denuncia la inequidad y la falta de recursos, la realidad demuestra que no se han tomado medidas suficientes para ejecutar el presupuesto ya asignado. ¿Cómo se justifica un gasto de funcionamiento que creció $100 billones en dos años, mientras la inversión pública se reduce?
Al mismo tiempo, el libertarismo de Milei plantea preguntas incómodas: ¿puede una economía como la argentina, profundamente dependiente del gasto público, soportar una transición abrupta hacia el anarcocapitalismo? ¿Qué sucede con las mayorías más vulnerables en un modelo que prioriza al individuo sobre el colectivo?
En Colombia, el costo de la falta de ejecución no es solo económico, sino también social. Cada peso no utilizado representa una oportunidad perdida para cerrar brechas, construir infraestructura y mejorar la calidad de vida de millones. En Argentina, el costo de un libertarismo mal ejecutado podría ser la profundización de la pobreza y el colapso de servicios esenciales.
Ambos países enfrentan desafíos monumentales. En Colombia, el gobierno debe priorizar la eficiencia en la ejecución presupuestal antes de exigir más impuestos a una ciudadanía ya golpeada por la inflación y el desempleo. En Argentina, Milei deberá demostrar que su modelo puede aplicarse sin destruir el tejido social ni generar un caos económico.
El progresismo y el libertarismo, aunque opuestos, comparten un desafío común: convertir sus principios ideológicos en políticas públicas efectivas que respondan a las necesidades reales de sus ciudadanos. En Colombia, Gustavo Petro debe reconocer que sin una gestión eficiente y transparente, su discurso progresista pierde legitimidad. En Argentina, Javier Milei tendrá que demostrar que su modelo libertario no es solo una utopía teórica, sino una solución práctica para una nación en crisis.
Al final, el éxito de cualquier gobierno no se mide solo por sus ideas, sino por su capacidad para implementarlas de manera efectiva, justa y sostenible. Sin esta conexión entre el discurso y la acción, tanto el progresismo como el libertarismo seguirán siendo más promesas que realidades.