Héroes y heroínas olvidados
Por: Santiago Zambrano Simmonds zambrano_santiago@hotmail.com
Colombia siempre un país convulsionado que no ha podido tramitar sus diferencias de una mejor manera y donde generalmente se premia a quién no lo merece y olvida a quienes con valentía y heroísmo la han defendido. Cumplidos cuarenta años de la toma del Palacio de Justicia, es nuestra responsabilidad no olvidar toda la gente que fue víctima de tan desproporcionado hecho, tanto en la toma como la retoma. No debemos olvidar ese hecho irracional y violento en el que murieron al menos 100 personas, entre ellas 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia, personas de reconocida probidad y valía. Sin embargo, pese a tan triste momento de nuestra historia y de tanto drama humano, se debe resaltar superlativamente la actitud ejemplar de la magistrada Fanny González Franco que aún en momentos donde sentía cerca la muerte, no flaqueó en sus principios, en sus convicciones y quien con admirable valor, supo siempre que su cargo era una dignidad, pero también una responsabilidad hacia la sociedad. Solo una persona gigante en un momento tan azaroso y de tanto miedo es capaz de decir: “Yo no vine a la corte a llorar ni a suplicar clemencia” y antes de colgar con su hermano ante el llamado incesante de los guerrilleros para que abriera la puerta le dijo: “muero defendiendo la justicia colombiana” Esta caldense ejemplar fue la primera mujer graduada como abogada de la Universidad Pontificia Bolivariana y también la primera mujer magistrada de la Corte Suprema de Justicia. Puede que para la historia universal plagada de asedios y tomas brutales, de heroísmos civiles y militares como Cartago, Constantinopla, Bagdad y recientemente en el siglo XX, el del Alcázar de Toledo y la frase memorable del entonces coronel Moscardó o el de Satalingrado y la resistencia en la “Casa de Pavlov”, la toma y la retoma del Palacio de Justicia en Colombia pueda ser un hecho de menor trascendencia, pero desde el punto de vista de valor y estoicismo, lo hecho por la magistrada González es de proporciones similares. Han pasado 40 años y Colombia sigue sin reconocer su historia, aún no se sabe toda la verdad, se perdieron documentos valiosos incluso el proceso que se le llevaba a los cabecillas del M-19, sumado al indulto que se les otorgó en 1992 sin que se dijera la verdad y también por la poca claridad en las investigaciones por la torpe y brutal retoma. Si Colombia reconociera su historia, tal vez el proceso de paz que posteriormente se hizo con las Farc hubiera tenido otro rumbo, pues tanto ahora como antes no ha habido ni verdad, ni reparación, ni garantías de no repetición. En ese entonces como en el 2016, pudo más el anhelo de paz sin prever las consecuencias, recordemos que todo el estamento político de aquel entonces incluido Álvaro Uribe, quien fue el ponente de la ley de indulto, no previeron que esas concesiones se deben dar, pero previo a decir la verdad, es lo mínimo que se merecían las víctimas incluidas los guerrilleros muertos. Tal vez nunca se sabrá la verdad y cada cual tomará su versión de como mejor se adapte a su ideología, pero sin que cicatricen las heridas. Lo que por lo menos si debería hacer Colombia, es realzar comportamientos de entereza moral, valentía y determinación por la defensa de la institucionalidad, como el de la magistrada Fanny González Franco y como el de otros muchos servidores públicos anónimos que ni en las situaciones más adversas quebraron sus principios, destaco por ejemplo, los muchos jueces de los pueblos en la década de los 80, que con sus vidas y en absoluta soledad enfrentaron al narcotráfico y la guerrilla. Aquí vale la pena citar la frase de otro de los magistrados inmolados Ricardo Medina Moyano, abogado de la Universidad del Cauca quien decía: “Lo primero que se debe esperar de un hombre es que esté de acuerdo consigo mismo” Por no reconocer su historia y dignificar a nuestros héroes y heroínas es que se volvió costumbre, como nunca, premiar a los que con argucias llegan al poder público, sin que las nuevas generaciones tengan referentes morales, pensando que siempre todo fue una podredumbre, que no existieron personas que hicieron las cosas bien, que no flaquearon ante el dinero, la codicia e incluso la misma muerte. Tal vez por eso estamos condenados a repetir incesantemente nuestra violenta historia.