La paz que merecemos: Un llamado a la unidad frente a la amenaza de las disidencias

La reciente Operación Perseo en el municipio de Argelia, corregimiento de El Plateado, ha representado un golpe contundente contra las disidencias de las FARC.

La paz que merecemos: Un llamado a la unidad frente a la amenaza de las disidencias

Este operativo, desarrollado con éxito por las Fuerzas Militares, ha debilitado significativamente a estos grupos en términos de sus finanzas, movilidad y capacidad de ejecutar operaciones. Sin embargo, las repercusiones de este avance no se han hecho esperar: en un claro acto de retaliación, las disidencias buscan llevar el conflicto a otras zonas del departamento, como se ha evidenciado en recientes ataques en Toribío, Corinto, Miranda, Suárez y hoy en Ortega, Cajibío.

La estrategia de las disidencias es tan antigua como cruel: golpear a la población civil para desviar la atención de las Fuerzas Armadas, buscando así disminuir la presión en el Cañón del Micay. Sin embargo, este intento de infundir terror y caos debe encontrar una respuesta firme y decidida, no solo por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, sino también de la ciudadanía. Los grupos armados ilegales no pueden tener cabida en nuestra sociedad, y es aquí donde todos, como ciudadanos, debemos ser claros: la violencia no es la respuesta. Nuestra unidad y rechazo a estos actos son esenciales para enfrentar la crisis que vivimos.

La respuesta de las Fuerzas Armadas debe ser estratégica y coordinada, con un enfoque en proteger a la población civil que, una vez más, se encuentra en la línea de fuego de un conflicto que nunca debió tocar sus vidas. Incrementar el pie de fuerza, reforzar la presencia en áreas rurales y urbanas, y continuar con la incautación de material bélico son medidas necesarias para garantizar la seguridad de los caucanos. Pero la verdadera solución va más allá del uso de la fuerza. Se requiere un trabajo articulado entre las autoridades, la sociedad civil y las entidades gubernamentales para desescalar la violencia y construir una paz que no sea un sueño lejano, sino una realidad tangible.

Más allá de las estrategias militares, hay una acción de las disidencias que causa un repudio profundo y genuino: el reclutamiento y la instrumentalización de niños y niñas. El hecho de que estos criminales utilicen a menores, pagando sumas insignificantes de $5,000 pesos para convertirlos en portadores de explosivos, no es solo una violación flagrante de los derechos humanos, sino un acto que revela la vileza con la que actúan. Es una acción despiadada, infame y cruel que pone en riesgo la vida de nuestros jóvenes, esos mismos que deberían estar soñando con un futuro mejor y no siendo arrastrados al abismo de la guerra.

Desde este espacio, hacemos un llamado urgente a los grupos armados, a la ciudadanía y a las autoridades. A los primeros, les decimos: es hora de deponer las armas, de reconocer que la violencia solo ha traído más sufrimiento y pobreza a nuestra región. A la ciudadanía, les pedimos que mantengamos la unidad, que no nos dejemos doblegar por el miedo y que sigamos trabajando juntos para construir un Cauca libre de la sombra de la guerra. Y a las autoridades, les recordamos que la verdadera victoria no se mide solo en operativos exitosos, sino en la capacidad de generar un entorno seguro donde nuestros hijos no sean carne de cañón, sino protagonistas de un futuro en paz.

El camino hacia la paz no es sencillo, y en medio de la crisis que vivimos, es fácil caer en la desesperanza. Pero si algo ha demostrado la historia, es que los pueblos que se unen frente a la adversidad tienen la fuerza para cambiar su destino. Hoy, el Cauca necesita de todos. No podemos permitir que unos pocos, con armas y odio, decidan el futuro de nuestra tierra. Este es el momento de actuar con firmeza, pero también con reflexión, para que la paz no sea una palabra vacía, sino un compromiso compartido.

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