La salud no puede ser el negocio de unos pocos
En Popayán, el debate sobre el Hospital San José y su administración se ha vuelto un tema constante en la agenda pública.
Ayer, una vez más, la ciudad se sumergió en una fuerte polémica, alimentada por rumores y declaraciones de distintos sectores sociales y políticos. Sin embargo, en medio de todas estas voces, pocos se detuvieron a hacer la pregunta más importante: ¿Qué está pasando con la calidad de los servicios de salud que ofrece esta institución?
Lo que se observa es una tendencia preocupante: el hospital parece estar atrapado en los intereses particulares de quienes deberían defender a los trabajadores y garantizar un servicio digno para los pacientes. Pero la realidad es que, en muchos casos, los sindicatos de salud —que se suponen velan por los derechos de los empleados— están operando como un gran negocio. No se trata de sindicatos laborales comunes y corrientes, sino de gremios donde prevalece el interés del empresario, es decir, del representante legal y los dueños de estas organizaciones.
Lo que debería ser una lucha por el bienestar de los trabajadores y la mejora de los servicios de salud se ha convertido en una vía para generar ingresos a unos pocos a costa de lo público.
La gran pregunta es: ¿hasta cuándo vamos a seguir midiendo nuestra capacidad de acción y progreso con estándares tan bajos? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que lo público, que pertenece a todos, sea un medio para que algunos se hagan ricos? No se trata de estar en contra del éxito personal o empresarial, sino de exigir que quienes deseen acumular riqueza lo hagan a través de actividades privadas y no manipulando recursos y estructuras que deberían estar al servicio de la sociedad entera.
Los recientes conflictos en el Hospital San José nos invitan a reflexionar profundamente sobre el verdadero propósito de estas instituciones. ¿Es un hospital un lugar donde se negocian influencias o es un espacio para garantizar el derecho fundamental a la salud? El hecho de que algunos sindicatos de salud hayan transformado su propósito en un negocio es una grave señal de alerta. La salud pública no puede estar en manos de intereses privados disfrazados de defensores de los trabajadores. Lo que necesitamos es un debate a fondo sobre la calidad de los servicios, el trato a los pacientes, y la dignificación de los empleados, sin permitir que intereses particulares secuestren lo que es un bien común.
A los caucanos y a los payaneses en particular, les hacemos un llamado a que dejemos de medirnos por lo bajo. No podemos seguir siendo una sociedad que tolera y acepta que lo público sea el espacio de enriquecimiento de unos pocos. Los servicios de salud no pueden convertirse en una plataforma de negociación y poder. Es momento de exigirle a las autoridades locales, a los gremios, y a las empresas que, por sobre todo, prioricen el bienestar de los ciudadanos y trabajen con transparencia y compromiso. Si bien muchos hablan, pocos parecen estar dispuestos a hacer lo necesario para transformar de raíz este problema.
La esperanza aún está viva. Pero para que sea real, debemos comenzar a asumir la responsabilidad de cuidar lo que es de todos. Popayán no merece menos. Que quien desee hacerse rico, lo haga, pero en el ámbito privado, no manipulando lo público. Porque lo público es de todos.
Es tiempo de un cambio, y ese cambio debe empezar hoy, con cada uno de nosotros.