Las fiestas de Pubenza entre el ocaso y un nuevo amanecer

La creación, dirección, producción y gestión de las Fiestas de Pubenza han tenido toda clase de avatares y manejos.

Las fiestas de Pubenza entre el ocaso y un nuevo amanecer

Hace más de cuatro décadas, la gestión se limitaba a pagar con “cuatro pesos” la labor de los trabajadores de la cultura y nunca se planteaba el cambio de paradigma alrededor del “juego con agua” en tiempos de sequía. Esto realmente es un desafío a la hora de pensar que Popayán merece unas fiestas o carnavales con la altura que el pueblo de Popayán ansía; que sean las gentes de los barrios y veredas quienes les den vida, cada vez más.

Lograr ese cometido es una tarea difícil, poco grata y, como diría algún parroquiano, malagradecida.

¿Qué decir de lo que fue el negocio de traer artistas de otras latitudes para congraciarse con las multitudes y nada más?

¿Qué decir de convertir el reinado de las fiestas en una “caja menor” para que una reconocida comerciante exprimiera sus recursos con el pretexto de vestir a las reinas y, luego de una santa misa y de poner una ofrenda floral al sabio Caldas, salir a disfrutar del fruto de la “gestión” de las fiestas?

Así fue la gestión de las Fiestas de Pubenza; así ha ocurrido que el pueblo lleva muchos años perdiendo a pasos agigantados el vínculo con una expresión popular festiva que se funde en los albores de nuestra ya larga historia de siglos.

Lo que han hecho un centenar de gestores, cultores y artistas en Popayán, luego de tomarse pacíficamente la Casa de las Tías (lugar donde funciona la Secretaría de Cultura y Turismo de Popayán) a finales de noviembre, con el propósito de incidir en la transformación de la manera en que se invierten los recursos públicos para dar sentido al quehacer cultural ha tenido varios capítulos dignos de una epopeya, además de episodios de sainete, comedia y circo. Sin dejar de lado que, a lo largo de toda su historia, hasta ha servido recientemente como plataforma para que un grupo de interés electoral las utilice como trinchera o ring en las redes sociales, desatando las más virulentas pasiones de odio y menosprecio por la labor de quienes ayer demostraron que, a pesar de los múltiples contratiempos e intrigas, mentiras, desconfianzas, falta de recursos, entre otros, se puede poner en escena un Gran Río de las culturas que habitan en la Popayán de hoy.

Loable el mérito, pero es preciso manifestar que brillaron por su ausencia las reinas de la secretaría de cultura, coordinadora de Turismo, Mónica Anacona; de Patrimonio, María Alejandra López; y de Cultura, Stefania Medina, todas pertenecientes al clan político de Juan Carlos López Castrillón, quien las dejó atornilladas en la Secretaría de Cultura. Se convirtieron, a la llegada de Juan Carlos Muñoz, en “la piedra en el zapato” por todas las maniobras que, durante 2024, desplegaron para atajar, confundir y manipular la gestión de los recursos y, en cambio, generar un ambiente muy tenso en la que debería ser la secretaría donde la alegría y el disfrute creativo de las artes tengan espacio.

Vale la pena preguntarse por qué dichas funcionarias prefieren hacer uso de su derecho a vacaciones en el momento en que se realiza la fiesta más importante de la ciudad, la que más recursos públicos maneja, en lugar de quedarse cumpliendo con el deber propio de su misión como funcionarias. Quizá en agosto, cuando la agenda cultural es aún relativamente escasa, debieran tomar vacaciones.

Necesitamos conocer, señor alcalde de Popayán y director de la Junta Cívica Cultural, el informe financiero de las Fiestas 2024 y 2025, para verificar lo que algunas voces señalan como algo turbio y hacer el contraste con las administraciones anteriores. Así podremos dejar claro cuál es el papel, el lugar y la responsabilidad de los gestores culturales en la mesa de negociación con la administración municipal.

Recuperar a Popayán es una tarea difícil, pero no imposible.