Más allá del ‘uribismo’ y el ‘petrismo’: Colombia busca un liderazgo que la una y la transforme
Las últimas encuestas mantienen la desaprobación del presidente Gustavo Petro en 57 % mientras el expresidente Álvaro Uribe conserva 58 % de imagen favorable.

Más de un tercio del electorado colombiano permanece en la indecisión o se inclina por el voto en blanco, una señal inequívoca del profundo desencanto ciudadano y del desgaste de los liderazgos tradicionales. Pero lo verdaderamente alarmante, y que debería sacudir la conciencia política nacional, es que, según el más reciente informe del Banco Mundial, Colombia no solo es uno de los países más polarizados del mundo, sino también el tercero más desigual del planeta, superado únicamente por Sudáfrica y Namibia. Una democracia fracturada y una economía que concentra la riqueza en unos pocos conforman un coctel explosivo que exige un nuevo pacto social, no más mesías de izquierda o derecha
El último registro de Invamer situó la aprobación de Gustavo Petro en 37 %, su mejor marca en dos años, pero aún con 57 % de desaprobación. A la par, AtlasIntel/Bloomberg mostró que Álvaro Uribe mantiene 58 % de imagen favorable. La fotografía es clara: dos figuras dominan la conversación, ninguna alcanza mayoría y ambas dividen profundamente.
El costo de la polarización
Un estudio de Edelman señala a Colombia como la segunda nación más polarizada del planeta, sólo detrás de Argentina. Esta fractura tiene efectos tangibles: el Barómetro de la Democracia registró una caída de 6,55 a 6,35 puntos en el índice democrático entre 2023 y 2024, una de las mayores debilidades institucionales de la región. El resultado es un Estado trabado, incapaz de procesar reformas estructurales o responder a crisis de seguridad y economía.
Electorado huérfano y voto en blanco al alza
A menos de año de la primera vuelta de 2026, el promedio ponderado de ocho encuestas analizadas por el medio de comunicación La Silla Vacía muestra que la indecisión y el voto en blanco superan el 30 %, encabezando la intención de voto. Es decir, existe un bloque ciudadano que no se siente representado ni por Petro ni por Uribe ni por sus respectivos herederos políticos.
Indicadores que exigen una agenda distinta
- Economía estancada. Tras crecer apenas 0,6 % en 2023, la recuperación de 2024 ha sido moderada y el FMI prevé que la inflación —que llegó a 11,7 %— cierre 2024 en 6,4 %.
- Confianza institucional en mínimos. Tres de cada cinco colombianos creen que el país va por mal camino; la corrupción es percibida como invariable por 85 % de la población.
- Seguridad deteriorada. Homicidios y ataques a la fuerza pública repuntaron en 2024-2025, mientras la política de “paz total” carece de resultados verificables.
Estos datos configuran un escenario en el que la figura presidencial debe reconstruir consensos, no profundizar trincheras ideológicas.
Por qué importa romper el binomio
- Eficacia gubernamental. Gobiernos atrapados en pugnas simbólicas sacrifican la gestión diaria; 66 % de encuestados percibe que “todo empeora”.
- Estabilidad democrática. La polarización extrema erosiona la legitimidad de las instituciones y facilita soluciones autoritarias.
- Agenda económica. Con pobreza monetaria aún sobre 36 % y empleo informal rondando el 57 %, la discusión debe desplazarse de la revancha política a la generación de oportunidades.
¿Qué buscar en el próximo liderazgo?
- Independencia programática. Candidatos que construyan sobre diagnósticos técnicos, no sobre la adhesión o rechazo visceral a una figura.
- Coaliciones amplias. Alianzas basadas en acuerdos mínimos, institucionalidad, sostenibilidad fiscal, seguridad ciudadana, que reduzcan el costo político de políticas impopulares pero necesarias.
- Transparencia radical. Herramientas de gobierno abierto, datos abiertos y rendición de cuentas trimestral para combatir la corrupción sistémica.
El 2026 ofrece la oportunidad de elegir un proyecto que coloque las urgencias nacionales por encima de la lógica amigo-enemigo que ha bloqueado reformas durante dos décadas. Ni Gustavo Petro ni Álvaro Uribe serán candidatos; su influencia es innegable, pero no debe ser determinante. Romper ese tutelaje es el primer paso para recuperar la confianza ciudadana y rescatar la gobernabilidad.