El matador sin capote: Armando chismes, desarmando la verdad
En Popayán, ya todos conocemos a ese personaje que ni es matador ni tiene capote, pero vive Armando chismes y desarmando la verdad.

Se pasea por las calles como torero sin plaza, sin toro, y sin público, pero eso sí, siempre al acecho del mejor postor que le pague por maquilar el siguiente rumor a la medida.
Ahora anda muy ocupado “buscando lo que no se le ha perdido”, según sus propias palabras. Tremendo mérito: caminar sin rumbo y meterse en pleitos ajenos con la ilusión de encontrar un escándalo que le dé monedas para el bolsillo. Y es que al matador sin capote no le interesa la verdad, le interesa el precio de la próxima mentira.
Resulta que lo molesta, y mucho, cuando alguien intenta recuperar lo público, cuando un funcionario trabaja para devolverle a la ciudad lo que nunca debió estar en manos de intereses particulares. Porque claro, cuando lo público vuelve a ser de todos, los que siempre han vivido de eso pierden su tajada. Y sin tajada, no hay patrocinio. Y sin patrocinio, no hay chisme rentable.
Por eso el matador sin capote se acomoda del lado de quienes llenan sus bolsillos con lo que debería ser de todos. Siempre Armando versiones, siempre desarmando los hechos, siempre toreando con rumores mientras finge hacer periodismo.
Esta vez, el matador de bolsillo se nos vino con una joya: dice que habló con directivos de un sindicato del Hospital Universitario San José y que pronto revelará “secretos” sobre la supuesta privatización de los servicios de imagenología. Qué revelación tan conveniente. Lo curioso es que este sindicato con el que se sienta a tomar café, ha sido uno de los principales beneficiados de la privatización de varios servicios hospitalarios. Es como si un zorro te explicara lo importante que es cuidar el gallinero. ¡Qué nivel de coherencia!
Pero claro, cuando el actual gerente del hospital decide recuperar lo que es público, cuando por fin empieza a devolverle a la ciudadanía lo que siempre le perteneció, el matador sin capote empieza a retorcerse. Se le enreda la muleta, se le cae la espada y le tiemblan los dedos al escribir. Porque cuando lo público se fortalece, los que viven de lo privado pierden patrocinio. Y sin patrocinio, no hay monedas.
Quizás sería mejor que siga haciendo campaña por la gobernadora de la tierra plana, porque aquí en Popayán y en el Cauca ya nadie serio lo contrataria. Los funcionarios responsables no buscan matadores de verdades ni cazadores de mitos baratos, porque ya entendieron que no se puede construir con quien vive de destruir.
Pero bueno, no podemos pedirle mucho a un chibchombiano con ínfulas de argentino. Sueña con plazas porteñas, tararea tangos desafinados y habla de Popayán como si estuviera transmitiendo desde La Bombonera. Le hace falta entender algo básico: lo público se defiende, no se subasta. Pero claro, eso es demasiado complejo para quien solo ve la ciudad como un mercado donde se cotizan los rumores por encargo.
Ni es torero, ni es periodista, ni es argentino. Es solo un coleccionista de cuentos, un comerciante de rumores y un alma en pena sin ruedo donde caer.
Pero tranquilo, matador, siga toreando en la plaza imaginaria de su Facebook, que la verdad, esa sí, siempre embiste de frente.