Pandeyucas políticos
Me estaciono a dos cuadras del parque de Caldas, atraído por ese olor delicioso de unos pandeyucas recién salidos del horno.
Entro a la cafetería y me encuentro con tres amigos. Me siento con ellos, pido un tinto y 20 pandeyucas.
Les pregunto, “¿En qué familia van?” y me cuentan que están haciendo cálculos de lo que se necesita para que un candidato salga elegido a la Cámara de Representantes en 2026.
-“Eso está muy lejos,” les digo.
-“No creás, Pollo, esto ya empezó.”
Me pongo a pensar y es cierto, ya empezó. Mejor dicho, nunca ha terminado. En esta ciudad, los que están cerca a lo público viven pensando siempre en hacer elecciones. Les mata la cabeza.
Concluyo que aquí vivimos en dos universos paralelos: el real y el político.
En el real, Propal y el Ingenio La Cabaña luchan hoy en solitario por sobrevivir, para que más de 4 mil familias no se queden sin sustento.
En el político, para mis amigos lo importante ahora es elegir a un parlamentario en 2026 y obvio (aunque no lo dicen) tratar de acercarse a un mandatario.
En el real, la carestía y el desempleo suben; la violencia y el conflicto han regresado a situaciones de hace 25 años.
En el político, la prioridad de mis amigos es ubicar a “unos líderes”. Un contratico de prestación de servicios es importante, pero un nombramiento de planta es lo máximo. “Puesto mata todo” me dicen mientras van dándole a los pandeyucas.
En este punto y hora es cuando les pregunto:
-“Bueno, ¿y ustedes para qué hacen política?”
Me responden de una:
-“En estas tierras, la gente hace política para buscar una oportunidad; unos para resolver una situación personal o colectiva y unos pocos para avanzar en ‘tratar de cambiar’ el mundo".
Les complemento su respuesta citando el libro "El fin del poder" de Moisés Naím, que afirma que los políticos tenían más poder hace unas décadas. Hoy este se ha redistribuido. Las redes y las organizaciones sociales han conquistado los nuevos espacios. Son las Pequeñas Modernas Sociedades de las cuales habla Boaventura de Sousa. Hoy son mucho más poderosas que antes. Los indígenas, los campesinos, los afros, los animalistas o los viviendistas (por mencionar solo unos ejemplos) no necesitan parlamentarios para sentar a un gobierno a dialogar de tú a tú. Claro que, si adicional a eso se tienen congresistas que ayuden, pues mucho mejor.
Mis amigos no comparten mucho mi reflexión y me lo dicen mientras se van acabando el tinto y los pandeyucas.
Pido otros veinte para llevar y me despido de ellos, quienes se van a quedar un rato más. En su charla les faltan todavía varios municipios por analizar.
Me monto al carro y me voy pensando sobre esta tertulia en el centro, y simplemente confirmo que todos tenemos prioridades distintas. Ahora lo importante es hacer que esos universos coincidan, por lo menos temporalmente. Es válido y así ha pasado. Lo grave es cuando eso no sucede.
Para terminar, yo sí creo que en toda Colombia hoy en día están pasando cosas y desde la pandemia en forma más acelerada; tanto en lo real como en lo político. Algunos lo llaman el Cambio. Pero hay que tener muy presente que a la inmensa mayoría de la gente, desde la que trabaja como informal en la calle, la que lucha por sacar a sus familias adelante, la que sufre por una cita médica, hasta la que anda con su hoja de vida en búsqueda de una opción laboral, en términos generales solo le para bolas a la política electoral en los últimos tres meses. Ahora les importa es tener un ingreso y que no los atraquen.
Hoy se siente en esa misma gente, que es la inmensa mayoría del pueblo colombiano, más frustración e incertidumbre que esperanza. Espero que mis amigos del café lo estén interpretando, pues siempre el universo real termina devorándose al universo político, como nosotros a los pandeyucas.