Popayán nos necesita a todos
Después de la devastadora tragedia del terremoto de 1983, Popayán abrió sus puertas de par en par y abrazó con generosidad a cientos de familias que llegaron de otras regiones en búsqueda de un nuevo hogar.
Nuestra ciudad se convirtió en un refugio, en un regazo que los acogió sin distingos ni condiciones. Nosotros, en ese entonces, teníamos ocho años de edad, y Popayán era un paraíso sin importar la condición social o económica que tuviéramos.
Cuatro décadas después, es con frustración que vemos cómo algunas de esas personas que hoy son payanesas por adopción no han logrado desarrollar un verdadero sentido de pertenencia con esta tierra que los recibió. Se han quedado en la condición de ciudadanos de tránsito, indiferentes al destino de la capital caucana.
Pero la falta de apropiación por Popayán no es culpa exclusiva de quienes un día llegaron como forasteros. También es responsabilidad de quienes nacimos y crecimos entre sus calles empedradas, pero que con nuestros ejemplos de comportamiento cívico no hemos sabido inculcar ese amor por lo propio.
Es difícil exigir sentido de pertenencia a los demás cuando las autoridades han fallado en dar ejemplo. Cuando alcaldes y gobernantes han primado el interés particular sobre el bien común. Cuando la institucionalidad se ha mostrado débil y permeable a los apetitos de quienes ansían enriquecerse a costa del patrimonio colectivo.
Sin embargo, esa no puede ser excusa para cruzarnos de brazos. Por el contrario, debe ser un llamado a reencontrarnos con esa chispa de civismo y amor propio que nos haga sentir que el presente y futuro de Popayán está en nuestras manos.
Seamos nativos o foráneos conversos al encanto de esta joya colonial, todos tenemos el deber de aportar nuestro grano de arena. De asumir con responsabilidad que ser payanés no es solo un accidente geográfico, sino una forma de vida que se riega día a día con pequeños aportes: respetando las normas de convivencia, cuidando los bienes públicos, ejerciendo control ciudadano, participando en la toma de decisiones.
Popayán nos necesita a todos. A los viejos residentes y a los nuevos inquilinos. Porque solo cuando todos nos sintamos parte de esta ciudad, será posible construir la Popayán que merecemos y anhelamos. Ese debe ser nuestro verdadero sentido de pertenencia.