Popayán: ¿Resurrección o condenación eterna?
En el Domingo de Resurrección, mientras el mundo cristiano celebra el triunfo de la vida sobre la muerte, Popayán se encuentra ante una encrucijada trascendental: renacer de sus cenizas o sumirse en una condenación eterna.
Nuestra ciudad, otrora joya de la corona colonial, ha sido víctima de una decadencia que ha opacado su gloria pasada como su riquísimo legado histórico, arquitectónico, cultural y gastronómico, perdiendo lentamente ser uno de los principales destinos turísticos y patrimonios culturales de Colombia y el mundo.
Durante demasiado tiempo, Popayán ha sufrido las consecuencias de gobiernos fallidos y una corrupción enquistada que ha desangrado su vitalidad. La privatización indiscriminada de los servicios públicos y el amor desmedido por el dinero de sus anteriores gobernantes han dejado a la ciudad al borde del colapso.
Hoy, con la llegada de Juan Carlos Muñoz como Alcalde, se vislumbra un rayo de esperanza en el horizonte. Pero las buenas intenciones no bastan. Se requiere un plan de gobierno ambicioso, una visión clara y una determinación inquebrantable para enfrentar los desafíos que se avecinan.
La tarea de Muñoz no será fácil. Deberá resucitar a Popayán de las ruinas de la negligencia y la codicia, convirtiéndola en una ciudad moderna, sostenible y próspera, sin sacrificar su esencia cultural e histórica. La Semana Santa, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es un recordatorio de la riqueza que debe preservarse a toda costa.
En esta encrucijada, no hay lugar para medias tintas. O Popayán renace como el ave fénix, emergiendo de las cenizas con una fuerza renovada, o se condena a una decadencia perpetua. La resurrección no será fácil, pero es un imperativo moral para quienes amamos esta ciudad.
¿Tendrá Juan Carlos Muñoz la visión, el coraje y la integridad necesarios para liderar esta resurrección? ¿O será otro capítulo más en la crónica de fracasos y traiciones que han sumido a Popayán en la oscuridad?
Aprovechando el poderoso significado del Domingo de Resurrección, hacemos un llamado a los payaneses a unirse en torno a un propósito común: resucitar a Popayán de su letargo y devolverle el esplendor que merece. Sólo así podremos celebrar una verdadera resurrección, dejando atrás la condenación eterna a la que nos han condenado los fantasmas del pasado.