Popayán y el Cauca: Orgullosos del pasado, unidos por el futuro
En el corazón de Colombia, donde las montañas de los Andes se elevan majestuosas y el río Cauca fluye con determinación, se encuentra una tierra que ha sido testigo de la grandeza humana y el espíritu indomable.
Nuestro amado departamento del Cauca. Hoy, en momentos de incertidumbre, me dirijo a ustedes como un hijo orgulloso de esta tierra, para recordarles que nuestra historia es un faro que ilumina el camino hacia un futuro mejor.
¿Qué es el Cauca sino un bastión de la identidad colombiana? Desde las piedras coloniales de Popayán hasta los rincones más remotos de nuestros municipios, cada palmo de tierra cuenta una historia de valentía y sabiduría. Aquí, en estas calles empedradas y bajo estos cielos azules, caminaron gigantes cuyas huellas aún resuenan en el alma nacional.
Camilo Torres Tenorio, cuya pluma fue tan poderosa como cualquier espada, nos enseñó que la verdadera revolución comienza en la mente y el corazón. Francisco José de Caldas, el "Sabio" que elevó su mirada a las estrellas, nos mostró que el conocimiento no tiene límites. Y Guillermo León Valencia, desde la más alta magistratura del país, demostró que un caucano puede dirigir a Colombia con firmeza y visión.
Pero, mis queridos paisanos, nuestra grandeza no se limita a unos pocos nombres ilustres. En cada campesino que labra la tierra, en cada artesano que teje nuestras tradiciones, en cada estudiante que sueña con un mañana mejor, veo la misma fuerza que impulsó a nuestros próceres. El Cauca no es grande por sus monumentos, sino por su gente.
Sin embargo, hoy enfrentamos desafíos que ponen a prueba nuestra unidad. La política, que debería unirnos, a veces nos divide. Algunos han intentado separarnos por clases sociales, por etnicidad, incluso por el color de nuestra piel. ¡Qué error más grande! En el Cauca, la diversidad no es nuestra debilidad, es nuestra fortaleza. Somos un mosaico de culturas, una sinfonía de voces, y es precisamente esa pluralidad la que nos hace únicos.
Me duele ver cómo, en busca de soluciones, a veces hemos elegido caminos que nos alejan de nuestra esencia. Como bien señala nuestro querido Fabián Sánchez, conocido cariñosamente como "Andrés Maíz", nuestra historia está tejida con hilos de luchas populares. Pero estas luchas no eran para dividirnos, sino para unirnos en la búsqueda de la justicia social.
Nosotros entendemos las dificultades que muchos enfrentan para llevar el pan a su mesa. He visto el sudor en el rostro de los trabajadores, hemos escuchado las preocupaciones de las madres solteras, hemos sentido la frustración de los jóvenes que buscan oportunidades. Pero no caigamos en la trampa de pensar que el enemigo es nuestro vecino, nuestro colega o nuestro compatriota. El verdadero enemigo es la injusticia, la corrupción, la indiferencia.
¡Caucanos! Ha llegado el momento de recordar quiénes somos. No somos ricos o pobres, blancos o negros, indígenas o mestizos: somos, ante todo, hijos de una tierra bendecida. Una tierra que nos ha enseñado que la verdadera grandeza no se mide en títulos o riquezas, sino en la nobleza del alma.
Los invito, con todas las fuerzas del alma y del corazón, a que miremos más allá de nuestras diferencias. La corrupción no distingue clases sociales, la pobreza no tiene color. Cuando un niño en Guapi no puede estudiar, todos perdemos. Cuando un anciano en Silvia no tiene atención médica, todos enfermamos. Cuando un joven en Santander de Quilichao cae en la violencia, todos sangramos.
El Cauca que soñamos, el Cauca por el que luchamos, es uno donde la prosperidad no sea un privilegio, sino un derecho. Donde la calidad de vida no dependa del barrio donde naciste, sino del esfuerzo que haces. Donde cada caucano, sin importar su origen, tenga la oportunidad de escribir su propia historia de éxito.
Este no es un llamado a la conformismo, sino a la unidad en la diversidad. Sigamos luchando, sí, pero luchemos juntos. Contra la pobreza, contra la ignorancia, contra todo lo que nos roba nuestra dignidad. Y en esa lucha, recordemos las palabras de nuestros antepasados, las gestas de nuestros héroes, la sabiduría de nuestros mayores.
Popayán, joya colonial, y cada rincón del Cauca son más que piedras y paisajes: son el lienzo donde pintaremos nuestro futuro. Un futuro donde la justicia no sea un ideal, sino una realidad. Donde el orgullo payanés y caucano no sea solo historia, sino presente vivo.
En este momento crucial, les pido que recordemos nuestra esencia. Somos rebeldes, sí, pero rebeldes con causa. Somos orgullosos, pero nuestro orgullo está en servir, no en dominar. Somos diversos, pero en esa diversidad encontramos nuestra fuerza.
Caucanos, la historia que nadie podrá borrar no está solo en los libros; está en cada uno de nosotros. Sigamos escribiéndola, juntos, con tinta de unidad, en páginas de esperanza. El Cauca, nuestra tierra amada, no solo merece un futuro mejor; tiene todo para construirlo.
¡Adelante, con fe, con pasión, con amor por nuestra tierra y sus gentes!