¿Qué hacer con el Morro de Tulcán? Una propuesta para la reconciliación histórica

Por: Andrés Castrillón

¿Qué hacer con el Morro de Tulcán? Una propuesta para la reconciliación histórica
Imagen tomada de: https://agendapropia.co/

Popayán sigue cargando sobre sus hombros los dilemas no resueltos de su historia. Uno de ellos es el del Morro de Tulcán, un sitio emblemático cuya carga simbólica ha generado debates, tensiones e incluso actos de violencia. El más recordado, sin duda, ocurrió el 21 de abril de 2021, cuando un grupo de indígenas Misak, originarios del norte de Ecuador y sin vínculo histórico con este territorio, derribaron la estatua de Sebastián de Belalcázar, instalada allí desde 1937.

El hecho generó una amplia discusión sobre el significado del monumento, pero también sobre el propio Morro. Documentos arqueológicos desde mediados del siglo pasado sugieren que este montículo es una estructura artificial prehispánica, construida por culturas ancestrales locales mucho antes de la llegada de los españoles. Sin embargo, su uso original, valor simbólico y función ritual siguen siendo un misterio sin respuesta definitiva.

Lejos de avivar la controversia, esta editorial quiere ser una invitación a pensar con cabeza fría y corazón amplio. No se trata de reprochar el daño causado a un bien patrimonial ni de perpetuar divisiones. Se trata de asumir con madurez que tenemos una oportunidad única: transformar este conflicto en un acto de reconciliación y reconocimiento colectivo.

En vez de reubicar el monumento de Belalcázar en el aeropuerto de Popayán, como se ha propuesto erradamente, desconociendo incluso que dicho terminal lleva el nombre de la hija del Cacique Payán, el Morro de Tulcán debería ser resignificado con una intervención cultural y artística que abrace toda nuestra compleja identidad.

Una propuesta concreta: el monumento de todos

Imaginemos el Morro como un espacio que honre la verdad histórica completa, no la versión parcial de los vencedores ni la de quienes hoy reclaman exclusividad sobre el pasado. Que el conquistador siga allí, sí, con su caballo, porque fueron ellos quienes llegaron, fundaron y marcaron el inicio de una nueva era, para bien o para mal, pero que no esté solo.

Que lo acompañen figuras que representen con dignidad a los pueblos indígenas nativos del Cauca, a los afrodescendientes que también con su sangre y esfuerzo forjaron esta tierra, y a los mestizos que encarnan la mezcla real y cotidiana que somos. Un conjunto escultórico plural, respetuoso, contundente, donde todas las razas estén presentes en pie de igualdad.

Porque Popayán no puede seguir contando su historia desde la exclusión ni desde el resentimiento. Nos corresponde construir memoria desde el reconocimiento mutuo y la diversidad. La presencia del Ministerio de Cultura en este proceso, si se canaliza bien, podría ser la garantía de que esta propuesta no se quede en el papel.

Señor alcalde, esta es la oportunidad

No dejemos pasar este momento. Hagamos del Morro de Tulcán un símbolo de unidad, no de ruptura. Que no sea más el cerro del olvido o de la confrontación ideológica, sino un altar civil donde podamos mirarnos todos a los ojos sin temor ni vergüenza. Donde se cuente la historia entera, con todas sus luces y sombras, y donde las nuevas generaciones aprendan que la identidad no se impone ni se destruye: se construye entre todos.