¿Quién pagará la cuenta? La inmoralidad del endeudamiento público y el costo que asumiremos todos

Colombia no puede seguir gastando más de lo que tiene. La deuda pública crece como una bola de nieve y la están empujando hacia el futuro: nuestros hijos serán quienes paguen los intereses del despilfarro de hoy.

¿Quién pagará la cuenta? La inmoralidad del endeudamiento público y el costo que asumiremos todos

Colombia sigue atrapada en una peligrosa lógica fiscal: gastar lo que no tiene, endeudarse para cubrir déficits y confiar en que los gobiernos del futuro, o peor aún, los ciudadanos del futuro, asuman las consecuencias. Esta conducta, aunque legal, es profundamente inmoral.

Porque, aunque el lenguaje técnico lo disfrace, lo que realmente ocurre es esto: cada vez que el Estado se endeuda para cubrir su falta de disciplina fiscal, lo hace hipotecando el futuro de millones de colombianos. Jóvenes que hoy estudian, trabajan o buscan empleo serán quienes carguen con el peso de un Estado que no supo ajustarse el cinturón.

¿Por qué importa esto?

Porque actualmente el déficit fiscal del país, la diferencia entre lo que el Estado gasta y lo que recauda, supera el 5% del PIB. Y la deuda pública ya bordea el 60% del PIB, según datos recientes del Ministerio de Hacienda. Esto quiere decir que por cada 100 pesos que produce Colombia, el Estado debe cerca de 60. Un porcentaje que, aunque parezca manejable en el corto plazo, es una bomba de tiempo si no se controla.

Para decirlo sin rodeos: el Estado colombiano gasta más de lo que recauda. Y para cubrir esa diferencia, pide prestado. ¿A quién? A bancos, inversionistas extranjeros, organismos multilaterales… Y claro, con intereses. Intereses que se pagan con impuestos. Intereses que seguirán creciendo mientras sigamos tapando huecos con más deuda.

¿Quién paga la deuda pública?

No es el presidente de turno. No es el Congreso. Ni siquiera el ministro de Hacienda. La pagamos todos. Con cada impuesto, con cada recorte a la inversión social, con cada hospital sin insumos, con cada carretera sin pavimentar, con cada universidad pública desfinanciada.

Pero lo más grave: la deuda pública es intergeneracional. Es decir, los préstamos que se toman hoy, muchas veces se terminan pagando dentro de 10, 15 o 30 años. Así que las decisiones fiscales irresponsables de hoy, serán un castigo para los colombianos del mañana.

¿Es posible evitar el déficit? Sí, con voluntad política.

Un país con las riquezas naturales de Colombia, con su diversidad productiva y su talento humano, tiene todas las condiciones para mantener sus cuentas en orden. Pero para eso se requiere:

  • Un gobierno que entienda que no se puede gastar más de lo que se tiene.
  • Un Congreso que controle y no se convierta en cómplice del despilfarro.
  • Una ciudadanía que exija rendición de cuentas y transparencia.

Y, sobre todo, una ética pública que entienda que endeudarse sin control es inmoral cuando no hay voluntad de pagar, porque significa heredarle el problema a otros.

Endeudarse no es malo si es para inversión productiva y se garantiza retorno. Lo inmoral es usar la deuda para cubrir gastos corrientes, financiar burocracia ineficiente o tapar huecos por malas decisiones. Y eso es justamente lo que ha venido ocurriendo en Colombia.

Colombia necesita un giro en su cultura fiscal. Necesitamos pasar del déficit al superávit, del despilfarro a la eficiencia, de la irresponsabilidad a la sostenibilidad. No por capricho, sino por decencia. Porque un país que respeta a su gente no le hereda cuentas impagables.

¿Por qué importa esto?

  • Porque los intereses de la deuda superan los 55 billones de pesos al año, más de lo que se invierte en salud.
  • Porque un país endeudado pierde autonomía: los acreedores mandan más que los ciudadanos.
  • Porque si no se hace nada, cada niño que nace en Colombia lo hará con una deuda sobre sus hombros.

Es hora de despertar. Las finanzas públicas no son un tema lejano: son el presente y el futuro de todos. Y en PeriódicoVirtual.com, lo seguiremos diciendo con claridad: endeudarse sin responsabilidad es robarle al futuro.