Silencio preelectoral en el Cauca: la vergüenza de los políticos y la urgencia de un Estado más pequeño
Los tradicionales recorridos de precampaña que, sin falta, florecían justo después de Semana Santa brillan por su ausencia este año en Popayán y el Cauca.

El mutismo de los congresistas en ejercicio y de los aspirantes no es casual: no hay nada que exhibir, que mostrar, ni promesas que el electorado crea. Mientras tanto, sus ingresos y privilegios siguen intactos.
El panorama que nadie quiere mostrar
Cada senador o representante a la Cámara devenga hoy un salario base de 48,1 millones de pesos mensuales. A ello hay que sumar hasta 50 salarios mínimos adicionales unos 71 millones para contratar su Unidad de Trabajo Legislativo (UTL), con la que muchos terminan favoreciendo amigos o parejas en lugar de expertos. Con semejantes cifras resulta comprensible que buena parte de la clase política prefiera mantener un bajo perfil: el contraste entre esos emolumentos y la precariedad que vive la mayoría de caucanos sería un búmeran en cualquier plaza pública.
Desgaste de la credibilidad
El descrédito no distingue ideologías. Tras casi tres años de gobierno de Gustavo Petro, que prometía “el cambio” pero acumula escándalos similares a los de sus antecesores, las palabras “izquierda” o “derecha” ya no excusan la corrupción. Para la ciudadanía, congresistas de todos los signos son operarios de un mismo engranaje voraz que vive del esfuerzo ajeno y responde con clientelismo o silencio.
Más Estado, más manos porosas
La realidad refuerza una intuición simple: cuanta más burocracia exista, más puntos de fuga habrá para los recursos públicos. La lógica se alinea con la advertencia de la Escuela Austríaca de Economía, que desde Carl Menger hasta Friedrich Hayek sostiene que el intervencionismo abre la puerta a rentas políticas y prebendas; el poder concentrado crea incentivos para capturar la maquinaria estatal y redistribuir el botín entre grupos de presión.
Aplicar la “libertad” es clave
- Límites claros al gasto y la contratación pública. Reducir el tamaño del Gobierno, menos ministerios, agencias y “programas bandera” que terminan duplicándose recorta las oportunidades de saqueo.
- Transparencia radical. Publicar en tiempo real la ejecución presupuestal, las hojas de vida del personal de UTL y los contratos estatales permitiría escrutinio ciudadano permanente.
- Impuestos simples y bajos. La complejidad tributaria alimenta la evasión y el cabildeo; simplificarla favorece la inversión y cierra espacios a negociaciones oscuras.
- Competencia y mercados abiertos. Allí donde sea posible, servicios públicos, infraestructura, banca, sustituir monopolios estatales o privados protegidos por competencias reguladas, con reglas de juego transparentes.
Si los congresistas actuales no se atreven a salir a las calles, quizá Popayán y el Cauca deban replantear la relación con sus representantes: exigir menos discursos y más resultados, menos gasto y más libertad para emprender. La reforma estructural no llegará de quienes se benefician del statu quo; deberá ser impulsada desde la sociedad civil y los medios que no le temen a la crítica.
¿Por qué nos debe importar esto?
- Bolso ciudadano vs. nómina dorada: Cada mes el salario de un congresista equivale a ≈ 50 sueldos mínimos; en el Cauca el 54 % de la población vive con ingresos inferiores a dos mínimos.
- Costo de la burocracia: Solo en personal de UTL el Congreso gasta más de $8 billones por legislatura, sin una auditoría exhaustiva de resultados.
- Oportunidad histórica: El descrédito abre la puerta para replantear cuánto Estado necesitamos y qué funciones debe realmente cumplir.
La ausencia de precampaña no es un silencio inocuo: es el síntoma de un modelo político agotado que ya no convence ni a sus propios actores. Reducir el tamaño del Estado, como postula la Escuela Austríaca de Economía, no es solo una consigna ideológica; puede ser el primer paso práctico para que el dinero público deje de perderse en las manos porosas de los políticos y vuelva, al fin, al servicio de los ciudadanos.