Brindis y Traiciones: El Juego Cínico del Poder en el Cauca
Una fotografía ha desnudado el alma podrida de la política caucana
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El gobernador Octavio Guzmán, el alcalde Juan Carlos Muñoz Bravo y el director de la CRC, Amarildo Correa, brindando con champán y sonrisas complices en el cumpleaños de Elías Larrahondo, el exgobernador cuyo legado es sinónimo de ingratitud y oportunismo. La imagen no solo sepulta el mito del distanciamiento entre Guzmán y Larrahondo, sino que expone un sistema político donde la lealtad se vende al mejor postor y el progreso del Cauca es moneda de cambio en banquetes de elites.
¿Qué tienen en común Guzmán, autoproclamado defensor de una gestión “autónoma”, y Larrahondo, el político que traicionó a sus propios aliados, aquellos que, irónicamente, permitieron que, por primera vez en la historia del Cauca, una persona de raza negra alcanzara la gobernación (incluido Temístocles Ortega, quien supo aprovechar esa coyuntura para ascender al poder)? La respuesta es cruda: el cálculo.
Larrahondo, quien gobernó el Cauca entre 2020 y 2023 dejando tras de sí nada más que promesas incumplidas y puñaladas a sus aliados y colaboradores, resurge como figura clave en un tablero donde el poder se negocia entre sonrisas y copas.
Por su parte, Muñoz Bravo, el actual alcalde de Popayán, se hizo elegir argumentando su "independencia" de la rancia política caucana; sin embargo, en lugar de forjar un proyecto propio para la ciudad, se arrima al círculo de un exmandatario que ignoró a Popayán durante su mandato. ¿Autonomía? En el Cauca, esa palabra parece haberse traducido en sumisión al que ostenta la verdadera influencia.
La ironía se profundiza aún más con la inesperada reaparición en el Senado del político más poderoso del Cauca en los últimos 30 años: Temístocles Ortega, senador de Cambio Radical y antiguo aliado de Larrahondo, quien hoy critica a Guzmán y a Muñoz por su supuesta “falta de liderazgo”. Pero Ortega no es víctima, sino cómplice de este teatro.
Mientras su partido, Cambio Radical, se posiciona en oposición al gobierno de Gustavo Petro, Ortega coquetea con la idea de respaldar al representante a la Cámara por el Cauca, Jorge Bastidas (del Pacto Histórico), para que aspire a la gobernación en las próximas elecciones. Con ello se abriría paso para que Andrés Felipe Velasco, exconcejal de Popayán y reconocido por su “defensa de los intereses locales” Como muy bien lo conoce el exalcalde de Popayán Juan Carlos López Castrillón, aspiré a su curul en la Cámara. ¿Es esto renovación o simplemente el mismo clientelismo con un nuevo disfraz?.
Guzmán y Muñoz, en lugar de responder a Ortega con argumentos, optaron por el lenguaje del poder: se hicieron presentes junto a Larrahondo, el hombre que traicionó a cada uno de quienes lo llevaron al poder. Con este gesto enviaron un mensaje contundente: "Aquí mandamos nosotros", según lo que transmite la imagen. Sin embargo, en ese acto también evidenciaron su complicidad con un sistema que premia la deslealtad y castiga a quienes exigen coherencia.
Mientras la élite brinda, el Cauca se ahoga en pobreza, violencia y abandono. Guzmán, Muñoz, Larrahondo y Ortega encarnan una clase política que convierte las instituciones en botín y a los ciudadanos en espectadores de su circo.
¿Dónde estamos los caucanos?
La foto del cumpleaños es un retrato sin filtros: en el Cauca, el poder no se ejerce, se representa. Las sonrisas son máscaras; los brindis, pactos efímeros. Pero tras el champán queda el sabor amargo de una realidad: Popayán sigue esperando inversión, las comunidades rurales claman por seguridad, y las promesas de desarrollo se esfuman como el humo de los discursos.
Hoy, la pregunta no es si Guzmán, Muñoz o Larrahondo ganarán la próxima jugada, sino cuánto más deberá sufrir el Cauca antes de que sus líderes entiendan que gobernar no es un juego de egos, sino un deber con los olvidados. Mientras tanto, la música sigue sonando para los mismos, y la silla que falta en la foto es la del pueblo, condenado a bailar al ritmo de una melodía que nunca compuso.