Inseguridad desbordada en Popayán; así fue el ataque de fleteros al padre de la alcaldesa de San Sebastián

Una vez más queda demostrado que los delincuentes atacan fácilmente a los payaneses a cualquier hora del día, sin que se evidencien acciones por parte de la alcaldía.

Inseguridad desbordada en Popayán; así fue el ataque de fleteros al padre de la alcaldesa de San Sebastián


La situación de inseguridad en Popayán ha alcanzado niveles alarmantes, desbordando por completo la capacidad de respuesta de las autoridades municipio, ya son tres secretarios de gobierno y nada que mejor la seguridad.

Este viernes 14 de noviembre, un hecho delictivo ha puesto en evidencia la fragilidad de la seguridad en la ciudad blanca: el líder comunitario y padre de la alcaldesa de San Sebastián, Cauca, fue asaltado por fleteros a escasas cuadras del CAI de la Policía No. 4, Benito Juárez. Este incidente no es un caso aislado, sino un síntoma de un problema más amplio que afecta a toda la comunidad payanesa, sin que evidencie una respuesta de la alcaldía para superar esta problemática.

La alcaldesa Pahola Ordóñez denunció que, tras el asalto, se enteró de lo ocurrido por los medios de comunicación antes que por las autoridades policiales. Su padre, quien había retirado 72 millones de pesos de un banco del centro de Popayán, fue interceptado por delincuentes armados que, sin contemplaciones, le propinaron golpes y lo obligaron a entregar el dinero. Así, un acto de violencia se convierte en un recordatorio brutal de la falta de protección que sufren los ciudadanos en una de las ciudades históricas de Colombia.

Este asalto pone al desnudo la incapacidad de la administración del alcalde Juan Carlos Muñoz para garantizar la seguridad de sus habitantes. En medio de un clima de temor y vulnerabilidad, los delincuentes operan con total impunidad, asaltando a cualquier persona sin que exista una respuesta efectiva por parte de las autoridades. Es inaceptable que un hecho de esta magnitud ocurra tan cerca de un CAI, donde se esperaría una respuesta inmediata. Sin embargo, la realidad es que los delincuentes escaparon.



“Gracias a Dios, mi papá está bien”, expresó Pahola Ordóñez, pero sus palabras están cargadas de indignación y frustración. Este asalto no solo afecta a su familia, sino que se convierte en un eco de la inseguridad generalizada que viven los habitantes de Popayán. La alcaldesa relató cómo su padre fue golpeado y humillado en un acto delictivo que sucedió en plena luz del día, en una de las vías más transitadas de la ciudad. ¿Qué más evidencia se necesita para demostrar que la vida de los payaneses está en manos de los delincuentes?

Los testimonios de testigos son preocupantes; muchos señalaron que los asaltantes pasaron justo enfrente de los policías tras cometer el robo, sin que estos al parecer tomaran acción alguna. Esta falta de reacción es alarmante y pone en duda la efectividad de la fuerza pública en la región. Los delincuentes, audaces y bien organizados, parecen tener el control de las calles, mientras que los ciudadanos son víctimas de su violencia.

"El conductor que llevó al señor no tiene nada que ver en este caso, él salió corriendo porque pensó que iban a matar al señor porque le pusieron el arma de fuego en todo pecho, y él al ver eso, lo que hizo fue retirarse del sitio, después cuando esos bandidos se fueron, el conductor regresó al sitio y se encontró un fajo de billetes y otros sobre el piso, entonces lo que hizo fue recogerlos, llamar después a la víctima para entregárselos, por eso el señor terminó agradeciendo ese gesto de honestidad del conductor, a quien abordó tras ponerle la mano en la calle cuando salió de la entidad bancaria", agregaron los testigos.

El clamor por una respuesta efectiva de las autoridades es cada vez más urgente. La situación es aún más dramática considerando que la víctima había solicitado protección a la Unidad Nacional de Protección (UNP) desde hace aproximadamente dos años, sin que se haya concretado ninguna medida de seguridad.

“Estamos en manos de los delincuentes”, repite la alcaldesa, y estas palabras retumban con fuerza. Lamentablemente, este tipo de situaciones no son nuevas; son repetitivos patrones de desamparo y desprotección que afectan a los líderes sociales y a quienes luchan por el bienestar de sus comunidades.

La familia Ordóñez no solo enfrenta el dolor de un ataque violento, sino que vive con la constante preocupación por la seguridad de su ser querido. La injusticia de tener que depender de la protección de sus seres queridos, en lugar de contar con un sistema de seguridad efectivo, es desgastante y aterradora. En un mundo ideal, las autoridades deberían ser quienes protegen a los ciudadanos, no al contrario.

El video que circula en las redes sociales muestra de manera cruda la secuencia del asalto: los delincuentes se acercan cuando la víctima arriba a su hogar, mostrando la premeditación y la audacia con la que actúan. Este tipo de grabaciones deberían encender alarmas entre los responsables de la seguridad pública, pero parece que en su lugar solo generan indiferencia. El hecho de que la Policía Metropolitana de Popayán esté realizando investigaciones a través de sus funcionarios judiciales y del CTI de la Fiscalía es un paso, pero no es suficiente. La ciudadanía necesita ver resultados tangibles, no solo promesas vacías, replicadas por periodistas pagados para vender realidades que no son.

A medida que la narrativa de la inseguridad crece, también lo hace la frustración de un pueblo que exige respuestas. Los ciudadanos de Popayán merecen vivir sin miedo, desplazarse sin temor y disfrutar de sus derechos fundamentales. Sin embargo, para lograrlo es esencial que las instituciones asuman su responsabilidad y actúen con firmeza.

Es hora de que las autoridades de Popayán tomen medidas inmediatas para recuperar el control de la seguridad pública. Los ciudadanos no pueden seguir viviendo bajo el yugo del miedo, y las voces de quienes claman justicia deben ser escuchadas. La protección de la vida y los bienes de los habitantes de Popayán debe ser una prioridad indiscutible. La comunidad exige acción, compromiso y, sobre todo, seguridad. La vida de los payaneses depende de ello.