Jesucristo vive: una esperanza que no muere ni en los días más oscuros
En medio de la violencia, la indiferencia del poder y las injusticias que azotan nuestra tierra, la resurrección de Cristo nos recuerda que no todo está perdido. La vida vence a la muerte, y la esperanza supera al miedo.

Editorial | Domingo de Resurrección
Hoy, millones de cristianos en todo el mundo celebramos una verdad que trasciende el tiempo y los territorios: Jesucristo resucitó. Vive. Y está entre nosotros. Esta afirmación, más que una tradición o una conmemoración religiosa, es una declaración de fe que transforma la manera en que enfrentamos las pruebas cotidianas, especialmente en regiones como la nuestra, marcadas por la incertidumbre, el abandono y el dolor.
No es fácil vivir en el Cauca y mantener la esperanza intacta. Lo sabemos. Las promesas incumplidas del gobierno, los caminos bloqueados, los territorios silenciados por las armas y las familias desgastadas por la pobreza y la violencia, podrían hacernos pensar que todo está perdido. Pero no lo está.
Porque la resurrección no fue un espectáculo de poder, sino un acto de amor. Y ese amor sigue obrando en medio del caos, tocando corazones, inspirando cambios, levantando a los caídos. Jesús no solo venció la muerte en un sepulcro de Jerusalén hace más de dos mil años: venció la desesperanza en cada uno de nosotros.
Quienes creemos en Cristo sabemos que la cruz no fue el final. Que el silencio del sábado no fue la última palabra. Que el amanecer del domingo trajo luz a las almas rotas. Y esa luz no se ha apagado. Está en cada gesto de bondad, en cada comunidad que se levanta, en cada líder que trabaja por el bien común, en cada familia que ora, resiste y educa a sus hijos en la fe.
Este mensaje no es solo espiritual. Es profundamente social y humano. Porque el Evangelio no se queda en los templos: transforma ciudades, reta gobiernos, sacude conciencias, exige justicia. Jesús nos enseñó a amar al prójimo, a no callar ante el abuso, a tender la mano al caído. Su resurrección nos da el poder de vivir con propósito y dignidad, incluso en medio de la adversidad.
Para quienes tenemos ya cinco décadas o más caminando por esta tierra, este mensaje cobra un valor aún más profundo. Hemos visto mucho. Hemos caído y nos hemos levantado. Pero la promesa de vida eterna nos recuerda que aún hay más por vivir, más por construir, más por amar.
Este domingo no es solo una fecha. Es un llamado a vivir con esperanza, a creer que el bien es más fuerte que el mal, que la verdad no muere en la cruz y que Popayán, el Cauca y Colombia pueden resucitar de sus propias tumbas de corrupción, miedo y violencia.
Feliz Domingo de Resurrección. Que Dios te bendiga y te dé la paz que el mundo no puede quitar.