La sociedad enfrentada: Popayán entre la división y el desencanto

Una reflexión sobre la pérdida del respeto, la polarización y la falta de sentido de pertenencia que amenazan con convertir a Popayán en una ciudad sin identidad.

La sociedad enfrentada: Popayán entre la división y el desencanto

Cuando la ideología sustituye al respeto, los amigos se vuelven enemigos y las ciudades pierden su alma. Popayán vive hoy una fractura social que pone a prueba su cultura, su historia y su identidad.

Cuando nos entregamos a las ideologías, convertimos a los amigos, familiares y vecinos en enemigos. Desconocemos al otro, aunque su puerta esté contigua a la nuestra. Abandonamos el afecto, el respeto y el reconocimiento de quienes no piensan igual; y, enceguecidos, solo vemos adversarios. Perdido el rumbo, se quiere destruir todo: paredes, muros, iglesias. Así han empezado los exterminios, los genocidios y las guerras mundiales.

Protesta o vandalismo disfrazado de causa

¿La indignación o la lucha por una causa, como la palestina, implica la destrucción de lo que la propia cultura considera patrimonio histórico? ¿O a quienes protestan les está faltando creatividad?
¿De qué le sirve a la causa palestina destruir y dañar, y más allá, golpear y maltratar a dos mujeres mayores?
¿Incendiar nuestra sociedad para ahondar más las ya marcadas divisiones le aporta algo al pueblo palestino?
¿Por qué no hemos visto una sola protesta de los jóvenes universitarios por la estudiante de la Universidad Nacional asesinada por las FARC?
¿No les merece al menos un acto de rechazo los asesinatos sistemáticos cometidos por el ELN?

Detrás del caos: intereses políticos

Detrás de cada protesta hay quienes mueven los hilos y se benefician, porque el caos y el desmán se capitalizan electoral y políticamente. La división de la sociedad es su mayor activo.

Y hay quienes argumentan, si eso puede llamarse argumento, que “más les indigna una pared manchada que el genocidio en Gaza”. Nos indignamos, sí, pero lo que no compartimos son las formas de protestar, y menos si eso implica destruir o atentar.

Popayán: identidad perdida

La sociedad de Popayán ya está cansada de bloqueos, de calles taponadas, del daño sistemático a lo poco que nos queda y nos identifica como ciudad. Aquí todos se sienten parte de algo y se identifican como negros, indios, de la Pacha Mama o de tal o cual pueblo, pero casi nadie se identifica como payanés. Se hace latente la falta de identidad y de pertenencia. Por eso, una iglesia pintada no significa nada. Mañana entrarán y pintarán el cuadro de la Apoteosis a Popayán que custodia el Paraninfo Caldas de la Universidad del Cauca, y nadie dirá nada. Ni siquiera el rector, que no quiere incomodar a los sectores que, de hacerlo, le restarían gobernabilidad al interior del alma máter.

Del patrimonio de Popayán debe ser garante el alcalde, y deben tomarse medidas empezando por un programa de cultura ciudadana que nos devuelva el sentido de pertenencia y el orgullo de ser payaneses.

Porque una sociedad que pierde el respeto y su sentido de pertenencia está condenada a la fragmentación. Popayán necesita volver a encontrarse en sus valores, su historia y su humanidad.

Esta reflexión la hago como un llamado a establecer caminos de diálogo, pero sobre el principio de la autoridad, del reconocimiento de las instituciones y de la recuperación de los valores.
Si no avanzamos en ese camino para recuperar lo que somos como humanidad, solo nos queda el abismo de la barbarie, en una olla a presión que algunos han llamado Caucanistán.

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Sigamos construyendo una Popayán con identidad, respeto y sentido de pertenencia.