Temístocles Ortega: El arquitecto de la división en el Cauca

En el convulso escenario político del Cauca, una figura se yergue como el arquitecto de una forma perversa de hacer política, una que ha sembrado la discordia y ha perpetuado la miseria, la pobreza y el dolor entre nuestro pueblo.

Temístocles Ortega: El arquitecto de la división en el Cauca

Esa figura no es otra que Temístocles Ortega, el mismo que hoy alza su voz para denunciar la cruda realidad que él mismo ha contribuido a crear.
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Con una astucia digna de un estratega militar, Ortega ha forjado su poder y consolidado su legado político a través de la división y la confrontación. Su particular forma de hacer política se ha cimentado en la creación de estructuras basadas en guerras de clases sociales, alimentando las fracturas y los resentimientos entre los caucanos, en lugar de unirnos, tal y como dice nuestro himno en su cuarta estrofa: 'Blancos, indios y negros, una sola ilusión. Hijos de la misma tierra, frutos de la misma flor', en torno a un objetivo común: el bienestar y el progreso de nuestro amado departamento.

Irónicamente, el mismo hombre que hoy clama contra la desconfianza en las instituciones y la politiquería ha sido el principal artífice de esa desconfianza y de esa cultura política cuestionable que ha prevalecido en el Cauca durante décadas. Conformar su equipo de gobierno con exalcaldes de los diferentes municipios, muchos de los cuales carecen de las capacidades suficientes para ejercer sus roles desde las diferentes secretarías, pero sí con muchas capacidades para ganar elecciones. Con su retórica mordaz y su sarcasmo punzante, Ortega señala con el dedo acusador a aquellos que han sido moldeados a su propia imagen y semejanza, como Elías Larrahondo, quien ha perpetuado su legado de divisiones y nepotismo.

Sin embargo, es importante recordar que los problemas que aquejan al Cauca nos afectan a todos, pero como siempre golpean más fuerte a los más vulnerables. Es únicamente a través de la unidad y la reconciliación como podremos superar todos y cada uno de los problemas que nos sobrevengan. Siempre hemos sido un pueblo fuerte, pero al estar divididos, nuestra dignidad se ve vulnerada. Las divisiones sociales y las guerras de clases que Ortega ha promovido a lo largo de su carrera política han sido como veneno para nuestro departamento, retrasando el progreso y sembrando la discordia entre hermanos

Es hora de que los caucanos abramos los ojos y reconozcamos que hemos sido víctimas de una estrategia calculada para mantenernos divididos y enfrentados. Hemos permitido que hombres como Temístocles Ortega nos enfrenten unos contra otros, mientras ellos se han beneficiado del poder y la influencia derivados de esa división.

Pero el cambio es posible, y está en nuestras manos. Debemos dejar atrás las rencillas y los resentimientos, y unirnos en torno a un objetivo común: construir un Cauca próspero, justo y en paz. Solo así podremos romper el ciclo de miseria, pobreza y dolor que ha plagado a nuestro departamento durante demasiado tiempo.

Debemos aprovechar la deuda de gratitud que tiene Gustavo Petro, presidente de Colombia, con nuestra gente. En nuestra sufrida tierra, las mayorías siempre lo han apoyado. Ojalá que a la causa de mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo se sumen de una forma más clara, con mayor compromiso, la caucana Francia Márquez, quien es la vicepresidenta de la patria, y el también caucano Ministro del Interior, Luis Fernando Velasco. A veces parece que se olvidan de la tierra que los vio nacer.

Desde este medio de comunicación, hacemos un llamado a la unidad y a la reconciliación. Es tiempo de dejar atrás las divisiones y los odios sembrados por aquellos que se han beneficiado de nuestra desunión. Necesitamos líderes genuinos, comprometidos con el bienestar colectivo y no con intereses particulares o de grupo.

Temístocles Ortega ha sido el arquitecto de la división en el Cauca, pero nosotros, el pueblo caucano, tenemos el poder de convertirnos en los constructores de la unidad y el progreso. Sólo así podremos sanar las heridas del pasado y encaminarnos hacia un futuro prometedor, en el que la justicia, la igualdad y la prosperidad sean una realidad para todos.