Una jugada a la vieja usanza: el Concejo de Popayán prepara la elección de Daniel Muñoz como presidente
Lo que acaba de hacer el Concejo Municipal de Popayán no sorprende, pero sí indigna.

En cabeza de su presidente, Alexander Trujillo Méndez, se modificó la convocatoria para las sesiones que se llevarán a cabo el próximo miércoles 1 de octubre de 2025, con un único objetivo: allanar el camino para que Daniel Muñoz sea elegido presidente de la corporación en 2026. Una movida de manual politiquero que demuestra, una vez más, que en este cabildo pesan más los intereses particulares que las necesidades de la ciudad.
Que a nadie le quede la menor duda: entregar la dignidad de la presidencia a un concejal de “vieja guardia”, ya señalado como facilitador de privatizaciones, es una afrenta contra Popayán. La ciudad necesita una persona decente, confiable y transparente, alguien que defienda el interés general y no los apetitos de congresistas y padrinos políticos.

La presidencia del Concejo es mucho más que un cargo de trámite: representa la posibilidad de que exista un contrapeso real frente a la Alcaldía. Su liderazgo puede decidir si se consolida la recuperación de lo público o si persisten las prácticas de favorecimiento particular que tanto daño han hecho.
Es una verdadera lástima que la democracia, en su noble principio de permitir a todos elegir y ser elegidos, termine convertida en un arma de doble filo para Popayán. La ciudadanía otorga, en libertad, el voto de confianza a quienes ya demostraron ser incapaces de defender lo público y, peor aún, traicionaron los intereses de la ciudad. Así, los mismos que avalaron privatizaciones y entregaron el patrimonio colectivo vuelven a presentarse como salvadores, cuando en realidad representan el pasado que condenó a Popayán a perder lo que era suyo.

Viejos y nuevos al mismo son
Estas prácticas son las que han sumido a la capital caucana en el atraso, el desprestigio y la desconfianza ciudadana. Uno podría esperar esta jugada de los seis concejales repitentes, curtidos en el clientelismo y la privatización. Pero la decepción es aún más profunda cuando se observa cómo los recién llegados, que prometieron dignidad y cambio, se pliegan sin reparo a las mismas mañas.
Resulta especialmente grave el papel de los concejales del Pacto Histórico: cinco curules que en campaña se llenaron la boca hablando de transformación, pero que hoy se muestran dóciles frente a los barones de siempre, José Alexander Campo y Daniel Muñoz. Tampoco se salva el concejal Fernando López, del partido MIRA, que en teoría, y por el origen cristiano de su colectividad, no debería prestarse a estas maniobras que entregan los intereses de los payaneses a quienes no conocen la vergüenza.
La herencia de la privatización
Popayán es hoy un laboratorio de cómo despojar a una ciudad de sus servicios públicos. Casi todos han pasado a manos privadas con la bendición silenciosa, y a veces cómplice, de los concejales. Por eso, el recinto del Concejo no inspira respeto sino rechazo: fue allí donde se entregó el patrimonio de los payaneses a los privados.

El único servicio que aún permanece en manos públicas es la potabilización y distribución de agua, a través del Acueducto de Popayán. Pero si la ciudadanía no vigila de cerca, respaldando el control del sindicato y exigiendo total transparencia a su gerente, John Diego Parra, también este terminará en la lista de privatizados con la venia de la misma corporación que tanto daño le ha causado a Popayán.
El artículo 313 de la Constitución establece las funciones de los concejos municipales: aprobar el plan de desarrollo, el POT, el presupuesto, los tributos, el endeudamiento, la enajenación de bienes y la estructura administrativa. En teoría, deberían ser el contrapeso natural del alcalde.
Pero en la práctica, en Popayán, esa facultad se ha degradado hasta convertirse en un mecanismo de presión y, presuntamente, de chantaje: si el alcalde no reparte cuotas burocráticas o contratos, bloquean el presupuesto. Así ocurrió hace apenas unos días, cuando varios cabildantes abandonaron el recinto para impedir el quórum en la votación de las finanzas municipales. Niegan autorizaciones y transforman el control político en un instrumento de presunta extorsión.
Sin embargo, y que quede bien claro para la ciudadanía, los concejales y la propia administración municipal, el alcalde, por ley, no puede desconocer al Concejo. Pero sí puede, y debe, blindarse: gobernar con absoluta transparencia, convocar cabildos abiertos, acudir a la justicia cuando existan intentos de extorsión política y apoyarse en la ciudadanía organizada como verdadero contrapeso.
Un Concejo sin rumbo ciudadano
El Concejo de Popayán debería ser garante de los intereses colectivos, pero hoy es un club de operadores políticos donde la lealtad se debe a padrinos y congresistas, no a la gente. La elección de Daniel Muñoz no representa renovación ni independencia: simboliza la continuidad de un modelo de cuotas, contratos y favores.

El mensaje es claro: no habrá cambio mientras los nuevos se plieguen a los viejos, mientras los discursos de campaña se queden en promesas vacías y mientras Popayán siga confiando en una corporación que juega a la política barata, mientras la gente sufre tarifas impagables, servicios deficientes y un futuro hipotecado.