Violencia escolar sin control en Villalobos: estudiantes se agreden mientras los adultos callan

La comunidad educativa del Colegio Agropecuario Villalobos, en el corregimiento del mismo nombre en Santa Rosa, Cauca, vive una preocupante situación de violencia entre estudiantes.

Violencia escolar sin control en Villalobos: estudiantes se agreden mientras los adultos callan

Dos recientes peleas entre niñas fueron grabadas en video por otros alumnos y compartidas en redes sociales, dejando en evidencia el deterioro del entorno escolar y la ausencia de medidas efectivas por parte de autoridades y directivos.

Los hechos ocurrieron en plena jornada escolar. En los videos se observa cómo dos pares de niñas se enfrentan a golpes mientras varios compañeros observan, graban y alientan la violencia sin que intervenga un solo adulto. Nadie separa, nadie orienta. Nadie actúa.

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Este tipo de conductas, lejos de ser hechos aislados, parecen estar normalizándose en sectores rurales donde la presencia institucional es escasa, y la prevención del conflicto brilla por su ausencia. La comunidad de Villalobos no cuenta con psicorientadores permanentes, ni con programas sólidos de convivencia escolar. Tampoco hay un control real sobre el uso de celulares en el aula ni seguimiento al contenido que los estudiantes consumen y reproducen.

La pasividad de los directivos preocupa. Pero más grave aún es la indiferencia de los entes de control y, en general, del Estado. ¿Cómo esperan construir una paz territorial mientras en las aulas del Cauca se reproduce la ley del más fuerte?

En zonas como Villalobos, donde la presencia del Estado ha sido históricamente débil y los jóvenes enfrentan múltiples riesgos sociales pobreza, violencia intrafamiliar, reclutamiento forzado la escuela debería ser un refugio, no un campo de batalla. Y sin embargo, hoy es todo lo contrario: el conflicto entra por la puerta principal, se sienta en el pupitre y graba en video sus propias escenas de agresión.

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¿Dónde están los adultos responsables?

Es momento de exigir responsabilidades. Los padres de familia no pueden delegar toda la formación en la escuela. Los docentes deben asumir un rol más activo en la construcción de entornos seguros. Y las autoridades municipales y departamentales tienen el deber de intervenir antes de que estas situaciones escalen y se vuelvan aún más graves.

La solución no es solo sancionar o castigar. Se trata de acompañar, orientar, formar y proteger. De prevenir con pedagogía antes que reaccionar con castigo. Se necesita intervención psicosocial urgente, presencia del ICBF, estrategias de resolución de conflictos y una revisión profunda del modelo de convivencia escolar.

La violencia entre niñas no es menos grave. Refleja la misma fractura social y emocional que afecta a miles de adolescentes en zonas vulnerables. Y si no se actúa ahora, seguiremos viendo a nuestros jóvenes replicar patrones destructivos que marcarán sus vidas para siempre.