Votar con conciencia: después de la cruz, viene la responsabilidad

La Semana Santa terminó, Cristo ha resucitado y el país se prepara para una nueva contienda electoral. ¿Resucitará también la conciencia ciudadana o volveremos a crucificar el futuro votando por los mismos de siempre?

Votar con conciencia: después de la cruz, viene la responsabilidad

Acabamos de conmemorar la Semana Mayor. Popayán, el Cauca y toda Colombia se sumieron en días de recogimiento, fe y reflexión. Recordamos el sacrificio de Cristo, su pasión, su muerte y, gloriosamente, su resurrección. El mensaje es claro: la vida triunfa sobre la muerte, la verdad sobre la mentira, la luz sobre las tinieblas.

Pero no basta con profesar esa fe si, al salir del templo o apagar la vela, volvemos a ser cómplices del engaño, la indiferencia o la corrupción. Porque sí, después de la cruz, también viene el deber ciudadano. Y en Colombia, ese deber se traduce hoy en una decisión ineludible: votar bien, votar con dignidad, votar con memoria.

A partir de esta semana inician una especie de pre-campañas políticas con miras a renovar el Congreso de la República. El registrador nacional del Estado Civil, Hernán Penagos, presentó el calendario electoral que fija las elecciones legislativas para el 8 de marzo de 2026, y las presidenciales en primera vuelta para el 31 de mayo del mismo año.

Y con ese anuncio, como ocurre cada cuatro años, comienza también el desfile de las viejas prácticas disfrazadas de novedad: las maquinarias clientelistas se reactivan como engranajes oxidados que aún mueven el poder, reaparecen las promesas de construir puentes donde no hay ríos, se multiplican las estrategias de miedo como si fueran cadenas de oración invertidas, y resurgen los de siempre, maquillados de cambio, pero atados a las mismas tramas de compra de votos, financiación turbia y propaganda tóxica. Es el eterno teatro electoral colombiano, donde algunos actores cambian de máscara, pero el libreto sigue siendo el mismo.

No es un secreto. Las pruebas están ahí: candidatos financiados por dineros del narcotráfico, campañas manchadas por Odebrecht o por mafias locales, clanes familiares que se rotan los cargos como si fueran herencia privada, y políticos condenados por vender su voto o entregar el Estado a grupos armados. Muchos de ellos volverán a pedirnos el voto. ¿Volveremos a entregárselos?

No podemos seguir eligiendo corruptos y quejándonos después. No podemos decir que creemos en la vida y votar por quienes han sembrado muerte en los territorios. No podemos hablar de justicia divina y al mismo tiempo legitimar a quienes burlan la justicia humana. No podemos celebrar la resurrección de Cristo y permitir que la política siga siendo un sepulcro blanqueado lleno de mentira, violencia y codicia.

El verdadero milagro de la resurrección es que nos da la posibilidad de empezar de nuevo. Pero no es un acto mágico: requiere voluntad. Como ciudadanos, tenemos en nuestras manos una oportunidad única. Porque así como Jesús no necesitó un ejército para cambiar la historia, nosotros tampoco necesitamos grandes medios ni fortunas: solo necesitamos memoria, criterio y valor para decir no más.

No más al que compra votos con el hambre del pueblo.
No más al que firma contratos por debajo de la mesa.
No más al que gobierna con testaferros de mafias.
No más al que miente en su discurso y se burla en su práctica.
No más a quien cree que con una camiseta o un mercado puede comprar tu dignidad.

Es hora de que la resurrección también sea política. Que nuestras decisiones reflejen lo que creemos y esperamos. Que la esperanza no solo se proclame en procesiones, sino que se defienda en las urnas. Porque Cristo vive y reina por los siglos de los siglos, sí, pero también nos dio libertad para elegir y el deber de hacerlo bien.

En el año 2026, Colombia tiene una cita con la historia. Hagamos que cuente. No repitamos errores. No crucifiquemos el futuro. Que esta vez, gane la verdad. #SePuede #Esperanza